jueves, 10 de febrero de 2011

Una novela escrita con la punta de la chota. Capítulo uno.

Para escribir una novela lo único que hace falta es estar al pedo. ¿Por qué ni vos ni yo escribimos una novela? Porque no tenemos tiempo. Para eso hay que estar uno o dos años sin nada que hacer, tirados panza arriba rascándose las bolas y escribiendo una o dos razonables páginas por día, no importa la calidad.

Resulta que Juan ese día se emborrachó. Así empieza. Sí, ya sé, “resulta” no es una buena forma de comenzar una novela, pero nadie habló de una buena novela, sino simplemente de escribir una novela, y esta es una novela desprolija, desordenada, sin sentido, incoherente, apurada, una novela escrita con la punta de la chota, una novela que no se sabe hasta dónde va a llegar. Puede que termine aquí mismo en este capítulo, puede que siga, sea cíclica, infinita, no se sabe. Entonces empieza así. Resulta que ese día Juan se emborrachó tanto que perdió la memoria de modo que al día siguiente no recordaría nada de lo sucedido.

Aclaro que Juan es una forma de decir, es un nombre cualquiera que puse, genérico, como en “Juan ama a María” que sirve para explicar el sujeto y el predicado oracional. Pero este Juan del que les hablo no ama a María en realidad, lo ama a Pedro. Pedro es otro nombre genérico. Da lo mismo que les ponga cualquier nombre y hasta podría invertirlos y decir “Pedro ama a Juan”, da lo mismo. Pero lo voy a dejar así, Juan ama a Pedro, para no confundirlos y porque, en rigor de verdad, Pedro no ama a Juan, es decir, el amor de Juan por Pedro no es recíproco o correspondido, como le dicen. Eso igual es obvio, si no fuera así, no habría trama, no habría novela. Es necesaria la asimetría de sentimientos. Por otro lado, cuando digo que Juan ama a Pedro, “ama” también es una forma de decir ¿no?, porque en realidad no sé de qué hablo cuando hablo de amor. Pero las reglas del género me inclinan a llamar a eso amor y porque además no sé qué otra palabra podría usar. Claro que también cuando se habla de amor se puede estar hablando de distintas cosas, porque no todos los amores son iguales. Pero bueno, por ahora le voy a llamar amor a lo que siente Juan por Pedro y después cuando les cuente un poco mejor la historia y describa un poco a los personajes ustedes podrán decidir si esto es en verdad amor o no, si es que ustedes tienen claro qué cosa es el amor. Yo no.

Resulta que ese día Juan había tomado mucho alcohol y en el bar al que fue con su grupo de amigos, chicos y chicas de su misma edad, les dieron para tomar un líquido color rosa chicle de frutilla en una jarra grande, una mezcla de otros líquidos ya mezclados, un menjunje imposible de deconstruir en sus ingredientes primigenios. Juan había tomado mucho ese día. Al día siguiente, él no recordaba nada, pero un ligero dolor activó como en un estallido los flashes de recuerdos, sueltos, fragmentarios, imposibles de reorganizar como ese líquido rosa que habían tomado. En realidad eran dos dolores. Un dolor nuevo, que se sumaba a un dolor viejo, ya conocido, el de la resaca. Lo único que quedaba de la noche anterior era un dolor de cabeza y ese otro dolor nuevo que activaba en su cabeza un recuerdo muy difuso como de siglos atrás, como de un sueño.

Estoy dando vueltas sobre el mismo asunto sin aclarar las cosas. Lo que pasa es que quiero generar intriga, pero no me sale. Así que la voy a hacer corta, lo que le dolía era el culo, eso implicaba que se lo habían cogido la noche anterior, pero él no recordaba nada. Ese fue su debut sexual.

Y cuando digo él, cuando digo Juan, en vez de él, en vez de Juan, podría decir también yo. Pero sería un yo distinto de yo, porque sería un yo menos viejo, más enamoradizo e ingenuo, un yo que piensa que algún día va a escribir una novela y que no sabe que nunca lo hará.

3 comentarios:

  1. No te queda un poquito de tinta en el prepucio?

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  2. ¿Autobiografía fraccionada vergonzante y un tanto culposa o deschave malaleche producto de penas pasionales regurgitadas con exceso de caña Legui?

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  3. un poco y un poco y sobre todo caña legui, mucha caña legui, que nunca falte la caña legui

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