¡Ay, qué horror! ¡Tuve una
anagnórisis! Fue completamente involuntaria y me vino de improviso. No buscaba
descubrir nada ni saber nada, más bien todo lo contrario, quería cubrir,
des-saber. Pero me vino la maldita anagnórisis no deseada y ahora temo dejar de
ser quien soy, temo una eventual peripecia de esas que, según Aristóteles,
suelen acaecer luego de la antes mencionada anagnórisis ¿o era antes que venían?
Las anagnórisis son así,
llegan sin avisar y pueden darse muy al estilo de Edipo: de pronto te das
cuenta de algo y ese algo define quién sos. Ejemplo: Me doy cuenta de que soy
Atilio. Otro ejemplo: me doy cuenta de que no soy Atilio.
Pero también puede haber
otro tipo de anagnórisis, más opaca, más porosa que, más que un saber, implica
un no-saber o, mejor, un des-saber, un romperse la cabeza y arrojarse a la
nada, romper el espacio-tiempo, entrar en un vórtice que
reviva/reactualice/reinvente tiempos y momentos pasados, propios, ajenos,
reales, ficticios, legendarios, olvidados, de la historia de la humanidad, de
la pre-historia de la pre-humanidad, de la no-historia de la no-humanidad, de
la in-humanidad, de la anti-humanidad, que se solapan y se superponen al
momento presente (que ya no es un ‘momento’ estrictamente hablando pero no
tengo otra forma de llamarlo) adensándolo y tensándolo hasta el rompimiento.
Cuando la anagnórisis que te
toca en suerte es esta, la peripecia es la muerte. Pero la muerte como momento
presente (por llamarlo de alguna manera a falta de mejor palabra) que se adensa
en otros momentos de vida, renacer, reinvención y poliarmonía.
***
*** ***
…y de pronto comienza a
recordar (por usar algún verbo que designe algo parecido a lo que le ocurre a
falta de uno que se ajuste más), comienza a ser el niño que fue o quizá el niño
que no fue, que no pudo ser…
cuando estudie anacnórisis voy a leer de acá
ResponderEliminar