domingo, 10 de febrero de 2013

Una novela escrita con la punta de la chota. Capítulo Once.


Cuando Juan se despertó, todavía estaba ahí. Esta frase con la que empieza este capítulo de esta novela que es una novela escrita con la punta de la chota es un poco ambigua pero la idea es que el lector que son ustedes, que vendría a ser “los” lectores, en plural, para no enemistarnos con la actual normativa de la concordancia en número, se vayan enterando ustedes el lector de lo que esta frase significa a medida que avanza el capítulo. No sé si lo recuerdan bien, pero la semana pasada habíamos quedado en una especie de futuro postapocalíptico en el que no teníamos cuerpo y no nos quedaba otra que ahogarnos en fantasías y pajas mentales. Lluvia de líquidos seminales y preseminales, salivadas de orificios corporales, penetraciones anales y bucales, un poco de todo, pero nunca reales, siempre flotantes, virtuales, coitos vicarios, falsos silogismos de colores, cautelosos engaños del sentido, intertextualidades vacuas, porque, no sé si lo recuerdan, no teníamos cuerpo. En realidad cuando hablo en plural y digo nosotros me refiero al narrador, porque la mente del narrador que es el Yo que les habla ahora y que cuenta esta historia, que es como una especie de sujeto de la enunciación que nada tiene que ver con el protagonista de esta novela que es una novela escrita con la punta de la chota que se llama Juan y viene a ser también un sujeto pero no de la enunciación, sino del enunciado, y tampoco debe ser confundido con el autor del que no se puede decir nada porque esto es un texto y todo lo que sea extratextual no existe en esta realidad textual que es la que me invento acá y no puede salir de estas cuatro paredes que componen este texto así como tampoco puede entrar nada porque todo texto que se precie de tal, como éste que ves, tiene que ser impermeable respecto a la realidad. Entonces, la mente del narrador, decía, estaba en un futuro postapocalíptico y no tenía cuerpo. El asunto es que cuando Juan se despertó, todavía se encontraba en un mundo en el que todas esas cosas de la apocalipsis que suelen suceder, por lo general, antes de que aparezca el futuro postapocalíptico del que viene su nombre, nunca habían ocurrido, sino que habían sido sólo un sueño. Entonces Juan se encontraba en un mundo que podríamos denominar pre-apocalíptico, en el cual pre significa antes y post significa después, así que en vez de futuro tenemos un pasado y en vez de postapocalíptico tenemos un preapocalíptico. Todo genial. Sin embargo, hay que recordar que no era Juan el del problema del cuerpo que no lo tenía, o el del problema de no tener un cuerpo que, como todo cuerpo que se precie de tal, sea permeable respecto a dildos y demás penes, sino el narrador. Así que estamos un poco en donde quedamos porque todavía no pudimos sacar al narrador de esa horrorosa realidad postapocalíptica que es una cosa textual, como lo es el narrador, a diferencia del autor, quien está escribiendo esto mientras disfruta de la permeabilidad de su cuerpo con un precioso dildo de dos puntas, que no es textual

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