sábado, 5 de febrero de 2011

Lilith (parte I).

Lilith fue una diosa sumerio-babilónica de la creación. Asimilada por la tradición hebrea, se la convirtió en la primera esposa de Adán, nacida, ponele, de la misma arcilla que el primer hombre. O bien, pudo haber sido una divinidad incluso anterior a Adán, según algunos. Lo cierto es que en ninguna versión se la hace nacer de una costilla de Adán como nació la otra putita sumisa de Eva.

Así y todo el matrimonio entre Lilith y Adán fracasó. Lo que pasó fue que Adán trató de forzarla para que tuviera sexo en la posición del misionero que es la que ella va debajo de él y él la empoma inmovilizándola desde arriba que es la única posición aceptada por las religiones patriarcales como la de la Santa Iglesia de Roma. Lilith se negó a ser sometida y cuestionó la crudeza de Adán sosteniendo que, puesto que los dos eran hijos de la misma arcilla, eran iguales y debían tenerse en cuenta las preferencias sexuales de ambos. “¿Por qué he de acostarme debajo de ti?” preguntaba Lilith así con esas palabras: “yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual”, le decía insistentemente. Él no le dio bola. Entonces Lilith maldijo a Adán y abandonó el dulce hogar del Edén que para ella era un horror y volando se fue al Mar Rojo a poner en práctica sus preferencias sexuales con quien se le cruce y dar a luz a cien niños por día. La historia de Lilith fue borrada de los textos del Antiguo Testamento. De todas formas, se la consideraba como la provocadora de las poluciones nocturnas con las cuales procreaba pequeños demonios que, reconozcámoslo, nunca podrían ser peores que aquellos demonios procreados en la posición del misionero a los que llamamos hijos.

(Sigue, por acá)

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