Si considerás que tenemos que hablar, papi, dedicale unos
ratitos a la charla por lo menos. Porque
si pensás que en cinco minutos ya hablamos los temas importantes,
entonces yo necesito más tiempo, a no ser que pienses hablar vos solo, entonces
decime “tengo que hablarte” o “tengo que hablar” o, mejor, “tengo que
monologar” o “tengo que monologarte”. No te olvides de Austin, lo tuyo es un
acto de habla perlocutivo. Y diferenciame, por favor, monólogo de diálogo, acordate
que tenés un interlocutor que vendría a ser yo, tu enunciatario, y que tu
perlocutivo me obliga a responderte, así que en cinco minutos no podemos
hablar, sólo hablás vos. Acordate, por favor, que no sos un fluir de la
conciencia, armame oraciones coherentes y cohesivas, si vas a decir cosas
contradictorias usame bien los coordinantes adversativos, papi, pensá bien tus
enunciados, no te olvides de tener en cuenta la situación comunicativa, el
contexto, el cotexto, los presupuestos cognitivos, el enunciador y el
enunciatario, que vendría a ser yo, a quien le estás hablando y por eso te
estoy diciendo esto que es una respuesta perlocutiva. No sos un fluir de la
conciencia, pensá que le estás hablando a alguien y que ese alguien soy yo que
te voy a responder algo, por ejemplo, esto. Prestame atención. No sos un fluir
de la conciencia. No estás haciendo un stand up de cinco minutos.
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