Sobreviví a otro
congreso. En verdad no puedo asegurar que haya corrido real peligro
de muerte o algo así. Pero esa es la sensación. Siempre me pasa,
cada congreso es como si corriera peligro mi vida. A último momento,
cuando ya estoy con el culo en la silla junto a los otros expositores
enfrentado a un micrófono, quiero salir corriendo, huir y esconderme
en las polleras de mi mamá o, lo que es lo mismo, refugiarme en la
seguridad de una película porno o aferrarme a la poronga más
cercana y agarrarme fuerte como si de eso dependiera que no me caiga
al vacío. En esos momentos me pregunto por qué no largo todo a la
mierda y me pongo un kiosco o un parripollo o una despensa. Y no es
que crea que la vida de un kiosquero o un despensero o un parripollero sea
más sencilla que la mía, sino que viene a ser, en verdad, como mi
asignatura pendiente. A la final, tengo que admitir que llevo un
despensero adentro, lo que no quiere significar nada de sexo anal o
residuos de semen ajeno en el culo o el estómago, sino que uno en la vida elige un camino, una
vida, y debe desechar los otros posibles. Y entre todas mis vidas
posibles la que más lamento no haber vivido es la de despensero. Y
eso me genera una especie de melancolía que viene a ser como un
duelo no realizado por la muerte de la persona que nunca existió, de
la persona que no fui, porque no llegué a despensero. Todas estas
cosas me pongo a pensar mientras pongo cara de estar escuchando la
ponencia que están leyendo al lado mío, justo antes de que me toque
leer a mí. Y me sostengo erguido y con impostado semblante de
intelectual que mantengo mientras leo tratando poner voz de locutor y
sin prestar nada de atención a lo que estoy diciendo. Y es tanto el esfuerzo que hago en parecer algo que no soy que termino de
leer y me desinflo, como si estuviera de pie erguido y con
la frente en alto mantenido sólo por aire, con una manguerita en el culo que me
infla de aire y me mantiene a flote, como los muñecos de las gomerías.
Y cuando termino de leer me desinflo de tal forma que parece que me
sacaran la manguerita del culo y empezara a expulsar toda el aire por
el culo que queda destapado y lanzara aire no sin unos chorritos
danzarines de la diarrea propia del nerviosismo. Después , una vez
que ya quedé como un globo pinchado, viene la parte de la preguntas
y me vuelvo a inflar, de vuelta con el mismo sistema, una manguerita
en el culo que me llena de aire, teniendo cuidado de que no me infle
de más y se me empiece a escapar el aire por la boca con algunos
simpáticos chorritos de mierda diarreica que vienen a ser como la
respuesta a las pregustas del público y el coordinador de la mesa que
me hacen preguntas y yo sólo contesto con sonidos guturales como
aahhhh uuuhhhh ggggrrrrr que yo creo que son palabras que nadie
entiende y lanzando chorritos y escupiéndole mierdas en la cara al
coordinador que me mira como diciendo pibe todo bien, leíste bien,
pusiste voz de locutor y respetaste los 15 minutos de exposición
pero ahora dejá de mancharme con mierda, por favor, que me estás
ensuciando toda la ropa con tu caca y entonces ahí me vuelvo a
desinflar un poquito y me vuelve la melancolía que es lo que tengo
cuando me pienso como el verdulero que nunca fui y me lanzo a llorar
por las personas que nunca fui y las cosas que nunca hice pero es un
llanto asordinado, un llanto para adentro, porque lo que sigue
saliendo para afuera es diarrea, un llanto que no se puede exteriorizar
más que como mierda.
es genial! me parece que todos sentimos la presencia de esa gran manguera universal en nuestros culos
ResponderEliminarestos anónimos me generan una intriga! sobretodo cuando me comentan sobre cosas anales como en este caso... qué misterio!
ResponderEliminarcómo te entiendo!!! te entiendo tanto!!! yo te todas mis vidas no vividas la que más lamento es la de reventada...ah no...pará esa es la real eh osea en fin, cómo te entiendo!!
ResponderEliminarlo vamo a tené que lo poné un parripollo nomá, lo del parripollo creo que te lo robé, mi idea siempre fue o kiosco o despensa
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