sábado, 16 de enero de 2010

monólogo exterior

Se nos terminó el año tan rápido. Ay! Se nos vino encima el fin de año y me agarró con la camisa sin arremangar. Fue un año (el anterior, no éste que yo todavía no me entero que empezó) muy raro y Ariadna me dio la clave de mi malestar: “estás cursando las tres peores materias juntas”. Entre estudios antropológicos apolillados, guiones conjeturales y actos de habla directivos, se me fue todo de las manos. Tuve el respiro del seminario, como un oasis, donde uno hace catarsis y bardea a todas las materias que está cursando y “¡Cada vez más pedagógicas!”.
Dicen que cuando te morís, se te pasa en un instante ante los ojos toda la vida en imágenes. Este año que fenece se me ocurre inerte. Por primera vez, no temo a la afeitada y rapada de fin de año, ese rito como para volver a cero. Y junto con el nuevo año cayó de golpe mi nuevo cumpleaños, en el que mis camaradas, como era de esperar, se entristecieron por mí, porque ahora estoy ya más cerca de los treinta que de los veinte ¡y todavía en pijamas! ¡Qué barbaridad el tiempo lineal! ¡Qué atropello la cronología! ¿A qué edad uno puede empezar a ser pedófilo? Hasta no hace mucho me decían que era todavía pendejo para ser pedófilo, lo recuerdo como si fuera ayer. Pero ahora que voy entrando en años me vuelvo a preguntar ¿ya estoy en edad de cumplir el sueño de toda mi infancia, dedicarme de lleno a la pedofilia y a tomar pastillas para el colesterol y pastillas para la tensión y activias para asegurarme dos cagos diarios?

Pero en Chacabuco, abundante en tomates frescos, la tierra otorga todo el sustento necesario a los espíritus hambrientos de ese sabor particular del tomate madurado en su simiente verde, ese ácido del tomate de Chacabuco. Y las ciruelas calientes de la hora de la siesta que las como a mordiscotes sin arrancarlas de la planta, trepado. Y compotas a granel, de la olla y tibias, de todas las frutas que haiga. Y dulces. Ah! Dulces!
Hoy estoy deprimido. Ni acá ni allá. Ni pasado ni presente.
Ya no hay mega népios a quien aconsejar en la calidez de la llamada gratuita por celular, la llamada perdida se hundió en la incomunicabilidad espacio-temporal. Una incomunicabilidad de la concha de la lora.
Pero los tomates de mi huerta siguen teniendo esa coloración hesiódica que no tienen en otros lados, en otras circunstancias. Los chillidos de mi sobrina, de evidente resonancia homérica, me despiertan por la mañana opacando el sonido monocorde de mi ventilador de pie. Los ataques de locura de mi madre, verdadera parodia aristofánica, me hacen agonizar de la risa.
O sequía o inundación. En esta nuestra detestable edad de hierro, plagada de hideputas, no hay términos medios, no hay mesura ni kairós del padre Farinello. Todo es impostura y minucia.
Hoy estoy enculado. El tiempo lineal me saca la mente, y sus fuegos de artificio, sus 31-de-diciembre, sus cumpleaños acoplados. La linealidad no me deja vivir, ni recibirme ever ni eventualmente. Adoraría un tiempo espiralado, como el de Hesíodo, o un tiempo circular, como el de Chacabuco, o una espiral abrasada que extermine de la faz de la tierra a los mosquitos chupasangre y a las gentes purasangre que promueven descaradamente este estúpido tiempo lineal que no nos lleva a ningún lado. Y la puta madre que lo parió.

5 comentarios:

  1. Y sí, tengo que decirlo:
    Feliz año la concha de tu madre.

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  2. A los pedófilos siempre nos ha molestado el tiempo lineal. A los codazos ineluctables y a puro pubertizaje, nos impide encontrar el amor eterno.

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  3. Qué opinás sobre una reseña de Avatar? estoy pidiendo mucho??

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  4. el tiempo lineal es el de agus y lo que queda es para el resto de los mortales? sos tan lindo, me podes escribir que te re pario no?

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